Lee el artículo y responde las preguntas
que tienes al final.
Una de las abominaciones sociales de
nuestra época son los grupos de WhatsApp. La nueva misantropía consiste en
negarse a pertenecer a ninguno. El de la familia. El de los excursionistas a
Gredos. El de papás del cole. El de barbacoa este domingo. El de cinéfilos. El
de propietarios de una Norton. El de candidatos a acostarse con Bar Refaeli. El
del club de tiro de pichón. El del club de lectura. Qué sé yo, hay tantos
grupos de WhatsApp como interacciones sociales. Y, si uno abusa de su sentido
de pertenencia, si siente pavor a la exclusión o a que le sean interrumpidos
los flujos de información con la gente que compone su vida social, corre grave
riesgo de no poder hacer otra cosa a lo largo del día que atender sus
innumerables grupos de WhatsApp. Es como tener metidas en tu habitación,
constantemente, a todas las personas que conoces manteniendo con todas ellas a
la vez conversaciones paralelas. Para enloquecer. Yo me borré de los pocos grupos
que me abdujeron cuando constaté, primero, que eran triviales. Y, segundo, que,
al sentarme a escribir, era incapaz de avanzar dos renglones sin que me
distrajera un temblor del móvil. Usted me dirá: pues apaga el móvil. Pero es
que no puedo apagar el móvil, porque no estoy dispuesto a asumir el riesgo de
que un hijo mío me necesite y yo no pueda enterarme porque tenía el móvil
apagado para proteger mi atmósfera de trabajo de la grillera insufrible que son
los grupos de WhatsApp. Me salí de todos los grupos y tuve la sensación
liberadora de estar echando de casa a un montón de pelmazos que tendrían que
haberse ido mucho antes.
Los grupos de WhatsApp tienen un
problema añadido del que no fui consciente hasta que un amigo me habló de ello
el otro día. Convengamos primero en que la ruptura de relaciones tiene ahora
una prolongación en los grupos de WhatsApp. Alguien se enfada con alguien.
Antes bastaba con mandarse mutuamente a la mierda y no volver a llamarse nunca
más. Si uno quería manifestar su inquina con más vehemencia, podía incluso
practicar el ritual de borrar del móvil el número de teléfono del antiguo
amigo, devenido enemigo mortal. Como en una ceremonia vudú, como en una muerte
alegórica, como clavándole una aguja al muñeco. A todo esto, ahora se agrega
una ceremonia más: «Fulanito ha abandonado el grupo». Fulanito sale con cajas
destempladas, como pegando un portazo, del grupo de WhatsApp. «¡Ahí os
quedáis!». Y si no se va, puede improvisarse un tribunal que lo bloquee, lo
cual no es agradable porque tiene algo de purga soviética o jacobina de quien
antaño fue un camarada y ahora es pasado por la cuchilla.
A esto último iba, a un ejemplo
específico. El amigo que me ha contado el problema pertenece a un grupo de
WhatsApp compartido por muchos amigos; algunos de ellos, matrimonios. Allí
hablan de planes para hacer todos juntos, pero también comparten anécdotas, se
ríen de lo que les va pasando y, en general, se mantienen informados unos de
las vidas de los otros. Uno de los matrimonios se separó no hace mucho. Ella se
marchó a otro país y el que quedó como miembro del grupo de amistades, tanto en
lo virtual como en lo real, fue él. Al cabo de un tiempo, comenzaron a
apercibirse de un pequeño problema: ella se había marchado del país y de sus
vidas, pero no del grupo de WhatsApp. Nunca apareció el rótulo: «Fulanita ha
salido del grupo». Esa ruptura definitiva no se había producido. Pero tampoco
decía nada ni interactuaba. Estaba ahí, sin más, como un submarino sumergido
que usara su periscopio para espiar. Es decir, que ella no estaba dispuesta a
cerrar esa ventanita abierta a la vida de su ex, para saber qué hace, con quién
lo hace y qué información interesa al abogado. La situación es de bloqueo,
porque en el grupo fueron amigos de ambos y no quieren tomar partido, por lo
que no pueden expulsarla. Por supuesto, el ex ya ni escribe, por miedo a meter
la pata. O sea que en lo real están separados y con todo resuelto. Pero en
WhatsApp todavía no. Salgan de esos grupos, háganme caso.
TAREA:
1.- Señala las ideas principales del
artículo.
2.- ¿Cuál es el “tono” literario del
autor: informativo, de queja, de reclamación, de alegría, de agradecimiento,
etc?
3.- ¿Tienes Whatsapp? ¿A cuántos grupos
perteneces? ¿Te parece necesario?
4.- ¿Qué tienen en común las palabras y grupo de palabras en color?