Tengo un amigo empeñado en
instruirme en el manejo de (1) las redes sociales, que para mí resulta tan
esotérico como el manejo de las
redes cangrejeras. El otro día, mientras probaba inútilmente a enseñarme
el funcionamiento de Facebook, me mostró el modo de 'administrar' los
comentarios que sus amigos dejaban en su página; y enseguida mi atención quedó
prendida de sus explicaciones, porque me di cuenta de que los diversos modos en
que Facebook permite (2) 'administrar' los comentarios son perfectamente asimilables a las diversas formas de censura, hasta
llegar a la más eficaz y sibilina
de todas.
Me sorprendió, en primer lugar, que
Facebook impida al titular de una página examinar los comentarios antes de que
sean publicados. Así, exactamente así, se desenvuelve (3) el Poder en nuestra época: haciéndole creer a todo quisque que su
voz es sagrada, que nadie podrá acallarlo ni poner trabas a su libre expresión.
Y aparentemente así ocurre: a nadie se le pone un bozal, a nadie se le amenaza
con castigos en caso de que profiera
inconveniencias, a nadie se le somete a 'censura previa'. En teoría se puede
decir o escribir cualquier cosa, como el usuario de Facebook puede dejar en el
'muro' de Facebook el comentario que le venga en gana. Naturalmente, se trata
de un espejismo: el discrepante se queda satisfecho y tranquilo tras el desahogo;
y así, una vez desahogado, se le puede condenar de inmediato al ostracismo, se le puede mandar
a freír gárgaras o, mucho más delicadamente, se le puede dejar que siga
desahogándose hasta quedarse afónico, sin que lo escuche nadie, o permitiendo
benévolamente que lo escuche tan sólo su tía la de Cuenca. Todas estas posibilidades las hallamos en
los diversos modos con que Facebook permite 'administrar' los comentarios.
Puede el titular de la página, si
el comentario es de su agrado, pulsar un (4) «me gusta». Este premio es asimilable a la condecoración que en
esta fase democrática de la Historia se concede a los que halagan los oídos del
Poder, que a cambio les pasa
la mano por el lomo, los beneficia con diversos momios y los aureola de un (falso) predicamento,
designándolos «periodista de referencia», «intelectual comprometido», «escritor
de prestigio», siempre (¡por supuesto!) que repitan como loritos las consignas que al Poder
interesan, aunque luego se hagan los machotes y los polemistas en esas fruslerías en las que el Poder
admite discrepancias, a través de sus negociados de izquierdas y derechas.
Pero donde la 'administración' de
comentarios de Facebook se asimila a las diversas técnicas de
censura es en las diversas maneras en que pueden ser borrados. Existe el
'bloqueo' del comentarista, que sería el equivalente a la condena al
ostracismo, que hoy se logra sobre todo silenciando al réprobo en las tribunas mediáticas. También
Facebook permite la 'eliminación' de los comentarios enojosos, que sería el
equivalente al castigo a modo de aviso que se reserva a los díscolos, apartándolos de ciertas tribunas,
restándoles visibilidad, ensordeciendo su voz, obligándolos a bregar con una turbamulta de
voces adversas, etcétera. Pero el modo más refinado de censura que ofrece
Facebook es el 'ocultamiento' del comentario enojoso: de este modo, se puede impedir que ese
comentario sea leído por otras personas que no sean el propio comentarista y su
círculo de allegados, que sin embargo creerán ingenuamente que su comentario no
ha sido censurado. En esta fase democrática de la Historia esta forma de
censura, tan sibilina y aséptica, es la más utilizada por el Poder, que a las
voces más enojosas las va recluyendo poco a poco mediante técnicas indoloras, melifluas y muy discretas en el
ostracismo, sin llegar a acallarlas del todo, permitiendo que se dirijan a una
parroquia cada vez más pequeña y endogámica, condenándolas a la irrelevancia,
mientras el Poder se encarga de apacentar a las masas, formateando sus cerebros y sus almas para que las voces
auténticamente discrepantes les resulten ininteligibles, y echándoles a cambio en el pesebre
voces que discrepan en fruslerías.
Por supuesto, esta es la forma de
censura más eficaz, pues a la vez que consigue minimizar los efectos de las
voces discrepantes logra que tales voces sigan desgañitándose, creyendo ingenuamente que son
escuchadas. Hasta en el funcionamiento de Facebook se esconden enseñanzas
provechosas.
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